Las manos ahuecadas capturan un recuerdo…

I

Como todos los ritmos encuentro en el jazz la agonía de los caminos que se bifurcan, nos conducen hacia la nada. No hay nada entre nosotros, solo tiempo, solo espacio, solo eternidad. Ya no me ahogo esperándote. Ya no me ahogo esperando. Soy el ritmo y la nada. Soy un mutante con ritmo, soy un mutante con nada. Amo el jazz. Amo el blues. Amo la tristeza.

II

Esquivo todos los recuerdos que la memoria trae. Recordar es encontrarse de nuevo. Recordar es encontrarse en las entrañas todos los nombres que amé. Recordar es hablar con el hígado-repite el shaman desde el desierto-. Recordar es construir un laberinto de nombres. Un cementerio silábico que nos re-construye.

III

Recojo en mis manos las miradas que van al suelo. Las manos ahuecadas captura un recuerdo. Ya todo está bajo el ritmo del ayer. Todo es pasado. Todo es esperar a reencontrarte, inyectarme tus agonías como una droga. Sobre la pared, se estrella la sombra que no es tuya. ¿Dónde está la luz? ¿Dónde está la agonía? ¿Dónde está el deletreo de tu abecedario?

 

IV

Los ruidos de este lugar empiezan a tener sentido. Son las voces que se esfumaron. Son los te quieros que se aprisionaron en el viento. Me desintoxico de mi droga favorita. Hay un ritmo pérfido. Hay un vacío en todo esto. Hay una tristeza del tamaño de tu nombre. Mis manos huecas, sólo sostienen un lago inalcanzable. Adiós.

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Escultura en  Bandung, Indonesia

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